Afrontar la discapacidad, el envejecimiento y la dependencia

Afrontar la discapacidad, el envejecimiento y la dependencia

Autor:   Demetrio Casado
Editorial:   CSS Editorial - Año 2012
Disponible
Precio:  17,50€

A PROPÓSITO DEL (PEN)ÚLTIMO LIBRO DE DEMETRIO CASADO

Demetrio Casado es uno de esos inveterados entusiastas –eso sí, sosegados– en busca del movimiento perpetuo. Es que no para. No sirve para estar sino para ser. Lo de estar jubilado o estar en activo poco significa para él, siempre motivado por y desde el quehacer en torno a sus preocupaciones de siempre. Un quehacer sobre todo intelectual y riguroso, pero asimismo tesonero y cordial. Si hemos de fiar en el significado de la expresión neotestamentaria “por sus obras los conoceréis”, se nos ofrece ahora una nueva posibilidad de trabar conocimiento con él, de familiarizarnos con sus inquietudes porque acaba de aparecer otro libro suyo. Un libro que responde como ninguno al calificativo de espléndido, fruto de una experiencia provechosa y de una curiosidad permanente. Su título: Discapacidad, envejecimiento y dependencia.
En estos momentos, cuando tanto se habla y se escribe de los mercados, la deuda pública, los gastos sociales y las cifras de paro, todo ello envuelto en la hojarasca de las especulaciones mediáticas y/o partidarias, resulta gratificante tropezarse con un libro que contiene elementos sustantivos de reflexión derivados de verdades como puños. Y no es que se desprecien en el libro los números y las estadísticas, no. Pero más allá, o por debajo, de los números y los porcentajes, anda siempre bullendo la vida. La vida compleja y diversa. Y a fe que la vida más pegada a la tierra, la vida humana en sus más cruciales etapas de prueba, es la que se contiene precisamente en este último pequeño gran libro de Demetrio Casado. La vida condicionada por el hecho indeseable de la discapacidad; la vida que va estrechando sus horizontes temporales hacia un final inevitable, y la vida de quienes, por las circunstancias que sean, comprueban cada día que no pueden hacer frente con autonomía y con dignidad de persona libre e independiente a los avatares de la existencia.
A partir de una obsesión evidente por la elaboración sistemática de propuestas prácticas, el autor no renuncia en ningún momento a su característico afán por fundamentarlas en una contundente argumentación, derivada casi siempre del sentido común, y en el acarreo de materiales de autoridad. De ahí las citas, siempre sabrosas, que dotan de amenidad al texto y que puntean con precisión las afirmaciones y las conclusiones que se van desgranando a todo lo largo y lo ancho de las páginas del libro. Unas páginas que se digieren sin dificultad y muchas veces con deleite. Lo cual es tanto más de agradecer cuanto que los asuntos que van apareciendo en su entramado progresivo y panorámico no son precisamente divertidos ni chistosos.
Para empezar, el contenido responde fielmente al título de la obra. Aquí a nadie se da gato por liebre; con sólo repasar el índice, ya sabemos exactamente a qué atenernos. Además, como aquellos claros varones de Castilla sobre cuyas virtudes nos informa Her­nando del Pulgar, “quería leuar las cosas por orden, e que no saliesen punto de la razón”. Por eso, el andamiaje de cada una de sus partes es una verdadera guía del lector o del aprendiz apresurado. Nadie puede llamarse a engaño sobre la mercancía (con perdón) que se le ofrece. La aproximación al objeto de los distintos apartados es, sin excepción, rigurosa y polivalente. Sin em­bargo, a mayor abundamiento, resultan especialmente recomendables los párrafos introductorios o de planteamiento global de las cuestiones que se van suscitando al hilo de la numeración de los apartados. En este mismo sentido, es de justicia resaltar la oportunidad y la facilidad de lectura que representa el subrayado con negrita en todo el contenido del libro. El lector apresurado puede acogerse sin desdoro ni menoscabo a un siga la negrita, en el que ésta, naturalmente y con todos los perdones, es un mero complemento de objeto directo.
Se aludía antes a la insistencia del autor en lo concerniente al impulso para la acción que brota por doquier en el libro. Un impulso que se aleja del famoso objetivo leninista, el “¿qué hacer?”, tan manoseado por progres de toda laya, en todo momento y en cualquier sitio. Con su característica modestia, Demetrio Casado deja de lado ese interrogante dubitativo y se decanta por el quehacer, manifestando explícitamente esa distancia del simple panfleto cuando afirma con fórmulas diversas “este es un libro para la gestión” o “este trabajo apunta a la acción”. Una gestión y una acción complejas, laboriosas, poco dadas a identificarse con banderías o reivindicaciones particulares aunque podrían ser integradas de alguna manera (¿aprovechadas?) en los programas de actuación de los partidos políticos, razón por la cual habrían de tenerse, en puridad, como bases para una política social o de bienestar social con mayúsculas. El problema se plantearía ‘a posteriori’, cuando se pretendiera concretar el proceso práctico de la acción. Cuando las clientelas partidarias cayeran en la cuenta de que las propuestas asumidas con respecto a la discapacidad, el envejecimiento y la dependencia demandan en realidad algo más que un simple respaldo de campañas hueras y vocingleras. Cuando comprobaran que esas propuestas exigen un verdadero compromiso social y político sin prebendas ni contrapartidas interesadas. En una palabra, un quehacer personal y/o social.
Podría pensarse que todas estas disquisiciones no son sino matices de un movimiento natural más en la senda de la perpetua renovación en el tratamiento social de las circunstancias engendradoras de marginación. Pero no es el caso. Todos los aspectos cimentadores del complejo mundo entrevisto en las páginas del libro se engarzan entre ellos y configuran algo así como un mundo aparte. Un entramado coherente sustentado y estimulado por los ejemplos de vida aportados una y otra vez como culminación apropiada de esos cimientos tan sabiamente dispuestos con anterioridad. La solidez del edificio terminado no puede identificarse por eso con una serie de intuiciones o de ocurrencias, por ingeniosas que estas sean, sino, más bien con un macizo cuerpo de doctrina procedente de toda una trayectoria de reflexiones y de experiencias sobre las circunstancias que a todos nos acompañan –o amenazan acompañarnos– en algún momento de nuestras vidas. Como tal corpus, las tres grandes parcelas en que se divide la obra se asientan en una realidad variopinta (nocional, institucional, legislativa, sugeridora) que por ella misma compone ya un vector resultante de tratamiento y superación de las adversidades. Ahora bien, por otro lado, y a pesar del andamio nu­mérico que enjaula el texto, para facilitar la localización de sus contenidos, es necesario insistir en el ca­rácter de ‘obra abierta’ que caracteriza al conjunto de reflexiones y a la oportuna descripción de vidas diseminadas aquí y allá según lo vaya pidiendo el ensamblaje compositivo. Esa apertura se pone de manifiesto básicamente en las interrelaciones conceptuales tan evidentes ya desde el capítulo inicial/iniciático en el que, junto a nociones “de llegada” para discapacidad, envejecimiento y dependencia, se rastrean antecedentes jurídicos, técnicos y conectivos que a veces denotan paralelismos insospechados. No en balde surge en cualquier momento, a todo lo ancho de sus páginas, el calificativo funcional, quizá el vocablo más frecuentemente utilizado en el libro, como elemento de cobertura y de enganche entre apartados.
Definir, pensar, actuar. Tal es el tríptico vertebrador del libro. Igualmente valiosas todas esas tres funciones elementales, si hubiera que destacar alguna de ellas, yo no dudaría un segundo en señalar la de las reflexiones que entretejen el apartado que se destina a los distintos modos de “afrontar o eludir la discapacidad y el envejecimiento”. Más allá de la creatividad y de la sabiduría que encierra, ahí se encuentra sin dudarlo el meollo del libro. En esa entrega del índice se recogen y remodelan los conceptos de “discapacidad, envejecimiento y dependencia” en todo su frescor dialéctico y se impulsan las actuaciones que encontrarán cumplida descripción más tarde, al analizar los “recursos de intervención”. Mas si hubiera de utilizarse todavía el zoom ampliador del tejido del libro, hasta dar con un fragmento esencial para el lector, me atrevo a recomendar el punto 2.4., dedicado a la “prevención de las respuestas elusivas” (ante la discapacidad y el envejecimiento y en cierto modo también ante la dependencia). Ahí se muestra el verdadero corazón del pensamiento y el motor de la obra de Demetrio Casado. Concretando todavía más, me atrevo a enfocar los apartados en los que se dedican unas líneas tan revolucionarias como políticamente recomendables a “la dignidad de la persona y la universalidad de las limitaciones funcionales” y a “los inconvenientes de los identitarismos y los comunitarismos excluyentes”.
Con objeto de evidenciar lo que quiero decir, doy por breves líneas la palabra al propio autor: “…los eufemismos [léxicos y conceptuales] desvirtúan lo real. Suponen, al menos tácitamente, menosprecio de la capacidad de los afectados para asumir sus alteraciones o limitaciones. Además, los convierte en beneficiarios de favor o benevolencia, lo que lleva consigo el deber del agradecimiento, con el consiguiente riesgo de dependencia moral. Por otra parte, pueden producir un efecto narcótico en la conciencia de las demandas reales; al ocultar la adversidad o la limitación, pueden contribuir a la desmovilización de las iniciativas de afrontamiento pragmático de la misma…”. Y un poco después: “la defensa de la promoción de imagen como medio de contrarrestar el estigma social que pueden sufrir las personas con discapacidad no me parece convincente. (…) Las propias personas con discapacidad y quienes asumimos su causa no debemos empeñarnos en construir una imagen social positiva de ellas, sino en liberarlas de los estigmas sociales. Cualquier iniciativa que vaya más allá cae en ese viejo prejuicio paternalista que, pasando por alto la condición personal de los afectados, asocia gratuitamente la virtud a la discapacidad”. Estos son, entre muchísimos más, dos simples botones de muestra, que seguramente provocarán cierta sonrisa de satisfacción en el espíritu de Juan Luis Vives, y que podrían quizá redondearse con unas sustanciosas disquisiciones en torno a la discriminación positiva. Pero como aperitivo creo que basta. Dejemos que sean los propios lectores quienes descubran rincones y más rincones de raciocinio libre y provechoso bebiendo directamente del libro.
Puesto a terminar con otra cita ajena al libro pero que, como suele decirse, viene al pelo para la ocasión, no me resisto a ofrecerla a quienes hayan soportado hasta aquí este comentario. Una cita que en la weberiana línea diferenciadora entre el político y el científico puede resultar clarificadora: “Uno de los peores resultados de la democracia es el de convertir la cosa pública en la verdadera presa de un tipo de políticos mediocres y envidiosos, muy poco respetados naturalmente por las gentes de a pie que vieron ayer a sus mandatarios de hoy humillados ante ellas y que conocen del charlatanismo con el que lograron sus votos. De todos modos, antes de afirmar que el sabio debe refugiarse en la pura reflexión, es preciso asegurarse de haber agotado todas las posibilidades de hacer valer la voz de la razón. Tras acabar vencidos diez veces; tras comprobar que la gente ha ignorado en diez ocasiones nuestro parecer prefiriendo las promesas de los complacientes o de los exaltados; cuando quede bien probado que, después de habérsenos ofrecido alguna posibilidad legal, se nos ha rechazado y rehuido, entonces estaremos en nuestro derecho de alejarnos satisfechos y tranquilos, proclamando bien a las claras nuestra derrota. Nadie está obligado a triunfar; nadie está obligado a competir bajo las condiciones permitidas a la vulgar ambición. A lo que sí estamos obligados es a decir nuestra verdad” (Ernest Renan: La réforme intellectuelle et morale. Paris, 1871).

Manuel García Viso

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